10 de Mayo. Madre hay una sola
Madre hay una sola.
"Mi madre encuentra la felicidad cuando yo la encuentro".
-- ¿Te vas?
-- Sí. Me voy.
-- Pero vuelves enseguida.
-- Regreso en la noche.
-- A tu madre la vamos a enterrar a las tres y media.
-- No importa, papá. Yo me voy al estadio.
-- ¡Cabrón hijo de puta!
-- ¡No insultes a mi ma'! Además murió hace 10 horas.
-- ¿Tengo que felicitarte por lo que vas hacer? Pero no chingues, carajo: ¡Por ir al partido dejarás de ir al entierro de tu madre!
-- Para que sepas... Ayer, en ese ratito en el que recuperó el conocimiento, no me dejó ni hablarle... Así nomás, como cuando enojada me mandaba de chiquito a la escuela, me sentenció: "Tú, mañana te me vas al estadio".
-- ¿Y así nada más vas a ir?
-- Seguro, pa'. Fue su último deseo.
**** {+} **** Mi madre siempre me contaba que desde pequeño lo que más me gustaba era el balón. Con el tiempo y la costumbre, mi mamá, que ni siquiera ha sido aficionada, se hizo seguidora, a la fuerza, de esta inexplicable "enfermedad".
A mi ma', ahora le encanta el futbol. Siempre que puede me lleva al estadio o me acompaña al entrenamiento. Ella disfruta viéndome correr porque piensa que, algún día puedo ser un gran jugador. A veces me dice que si me esfuerzo mucho y tengo suerte algún club importante me va a firmar. Pero yo no quiero, le digo que prefiero quedarme siempre con ella, jugando en el parque o en la plaza.
No puedo quejarme de la madre que tengo. NUNCA me falla en NADA; me despierta, me hace el desayuno, me lleva a la primaria, me aconseja y me cuida. Por eso yo le hago caso siempre, aunque a veces no me guste lo que me diga. Quiero seguir jugando en la calle y ella me dice que tengo que meterme a hacer la tarea.
Mamá me lleva, saliendo de la escuela algo de fruta, para que la coma antes de entrenar. Además cuando hago la tarea y no entiendo bien, es ella la que me ayuda y si termino antes me deja ir el sábado al estadio con papá a ver a La Máquina.
Ella sufre cuando juego futbol en la calle, cada rato se asoma por la ventana para comprobar que si estoy ahí. Siempre vuelvo con raspones en las rodillas, brazos y la camiseta sucia, a veces rota (por eso nunca juego con la de Cruz Azul). Ella siempre me cura las heridas y me manda a bañar mientras me calienta la cena.
Y cuando juego en torneo, sufre aún más. Viene a vernos casi todos los partidos, y yo me doy cuenta de que llega porque veo, desde muy lejos, esa inconfundible manera de andar que solo pertenece a ella. La semana pasada era el partido más importante, porque si ganábamos salíamos campeones.
Momentos antes de salir de casa, mi madre me daba los últimos consejos: esfuérzate, lucha, no discutas, y lo más importante, disfruta. Ya en el campo, durante el calentamiento, siempre echo un ojo al alambrado hasta que la localizo. En cuanto la veo me tranquilizo. Cuando ella viene juego mejor.
El partido fue muy emocionante. Tuvimos la suerte del Campeón. Sufrí mucho. Cuando marcamos los goles la oía gritar como loca. El árbitro pitó el final y 2-1 fue el resultado, podían escucharse los gritos de todos los padres...
Al terminar el partido mamá lloraba tanto como nosotros. La busqué y nos abrazamos, pero no dijo nada, no podía. ¿Acaso no estaba feliz? Claro que sí, estaba incluso más contenta que yo... Porque se acordaba de todo lo que nos había costado ganar el campeonato, de todas las tardes de esfuerzo, de llegar a casa de noche y aún tener que estudiar, de acostarme tarde, de renunciar a mis amigos por el partido del día siguiente... de esos días en los que ha ido sacando tiempo de donde no lo tenía para ver como su hijo agarraba a patadas un balón y estar junto a él, de secar rápidamente la ropa mojada del entrenamiento del día anterior para que pudiera usarla... por ser esa fiel seguidora que su hijo necesitaba y de tantas y tantas cosas. De todo eso se acordaba mi madre en el festejo y por eso no podía hablar.
-- Sí. Me voy.
-- Pero vuelves enseguida.
-- Regreso en la noche.
-- A tu madre la vamos a enterrar a las tres y media.
-- No importa, papá. Yo me voy al estadio.
-- ¡Cabrón hijo de puta!
-- ¡No insultes a mi ma'! Además murió hace 10 horas.
-- ¿Tengo que felicitarte por lo que vas hacer? Pero no chingues, carajo: ¡Por ir al partido dejarás de ir al entierro de tu madre!
-- Para que sepas... Ayer, en ese ratito en el que recuperó el conocimiento, no me dejó ni hablarle... Así nomás, como cuando enojada me mandaba de chiquito a la escuela, me sentenció: "Tú, mañana te me vas al estadio".
-- ¿Y así nada más vas a ir?
-- Seguro, pa'. Fue su último deseo.
**** {+} **** Mi madre siempre me contaba que desde pequeño lo que más me gustaba era el balón. Con el tiempo y la costumbre, mi mamá, que ni siquiera ha sido aficionada, se hizo seguidora, a la fuerza, de esta inexplicable "enfermedad".
A mi ma', ahora le encanta el futbol. Siempre que puede me lleva al estadio o me acompaña al entrenamiento. Ella disfruta viéndome correr porque piensa que, algún día puedo ser un gran jugador. A veces me dice que si me esfuerzo mucho y tengo suerte algún club importante me va a firmar. Pero yo no quiero, le digo que prefiero quedarme siempre con ella, jugando en el parque o en la plaza.
No puedo quejarme de la madre que tengo. NUNCA me falla en NADA; me despierta, me hace el desayuno, me lleva a la primaria, me aconseja y me cuida. Por eso yo le hago caso siempre, aunque a veces no me guste lo que me diga. Quiero seguir jugando en la calle y ella me dice que tengo que meterme a hacer la tarea.
Mamá me lleva, saliendo de la escuela algo de fruta, para que la coma antes de entrenar. Además cuando hago la tarea y no entiendo bien, es ella la que me ayuda y si termino antes me deja ir el sábado al estadio con papá a ver a La Máquina.
Ella sufre cuando juego futbol en la calle, cada rato se asoma por la ventana para comprobar que si estoy ahí. Siempre vuelvo con raspones en las rodillas, brazos y la camiseta sucia, a veces rota (por eso nunca juego con la de Cruz Azul). Ella siempre me cura las heridas y me manda a bañar mientras me calienta la cena.
Y cuando juego en torneo, sufre aún más. Viene a vernos casi todos los partidos, y yo me doy cuenta de que llega porque veo, desde muy lejos, esa inconfundible manera de andar que solo pertenece a ella. La semana pasada era el partido más importante, porque si ganábamos salíamos campeones.
Momentos antes de salir de casa, mi madre me daba los últimos consejos: esfuérzate, lucha, no discutas, y lo más importante, disfruta. Ya en el campo, durante el calentamiento, siempre echo un ojo al alambrado hasta que la localizo. En cuanto la veo me tranquilizo. Cuando ella viene juego mejor.
El partido fue muy emocionante. Tuvimos la suerte del Campeón. Sufrí mucho. Cuando marcamos los goles la oía gritar como loca. El árbitro pitó el final y 2-1 fue el resultado, podían escucharse los gritos de todos los padres...
Al terminar el partido mamá lloraba tanto como nosotros. La busqué y nos abrazamos, pero no dijo nada, no podía. ¿Acaso no estaba feliz? Claro que sí, estaba incluso más contenta que yo... Porque se acordaba de todo lo que nos había costado ganar el campeonato, de todas las tardes de esfuerzo, de llegar a casa de noche y aún tener que estudiar, de acostarme tarde, de renunciar a mis amigos por el partido del día siguiente... de esos días en los que ha ido sacando tiempo de donde no lo tenía para ver como su hijo agarraba a patadas un balón y estar junto a él, de secar rápidamente la ropa mojada del entrenamiento del día anterior para que pudiera usarla... por ser esa fiel seguidora que su hijo necesitaba y de tantas y tantas cosas. De todo eso se acordaba mi madre en el festejo y por eso no podía hablar.
Aunque, a ella antes no le gustara el futbol, le sigue la corriente a mi pasión azulada y desenfrenada por varias razones...
Primero: Por apoyar a su hijo.
Segundo: Para que podamos platicar del partido en casa.
Y tercero: Para que vea que lo que me gusta es tan importante para ella como para mí.
A veces mis amigos, siento que no me entienden o se burlan cuando les digo que mi madre, aunque no entiende de parados, desmarques, recepciones orientadas, contragolpes ni fueras de juego, me dice que más importante que ganar es sentirlo y divertirse. Ellos no me creen, pero yo sé que mi madre tiene razón.
Mamá sabe que Cruz Azul no termina conmigo, que encontré en él, algo que me acompañara toda la vida por más bajones o tristezas que ésta me traiga. Sabe que si ella lo vive conmigo, estará siempre presente ahí... donde el corazón de su hijo siente...
...Y eso, para una entendida como mi madre, es lo más grande que hay.
{+} ...Enamorados de CRUZ AZUL