Una historia entre mil pasiones
Si ella no me correspondía en la misma medida, ¿qué me importa, qué carajos?
El amor es así: desbalanceado, desajustado, desequilibrado".
Fragmento de "El desbarrancadero" de Fernando Vallejo.
Definir a Cruz Azul como mágico es un término que se utiliza muy seguido en estos tiempos, claro, según como se lo mire. Y no importa lo primero que pensé al verte. O sí, pero no es el momento. Tal vez haya oportunidad, alguna vez, de decírtelo. Depende.
Pero como esta historia no se trata ni de mi ni de ti, ni de las posibilidades que tengo de que esto se vuelva un poco más real de lo que ya es… más bien, como dice la imagen del encabezado… “Que tus sueños sean más grandes que tus miedos”. Mi sueño que eres tú, mi miedo a no poder ser de ti. Mi sueño que cobra vida con tu nombre, mi miedo a que el mío termine siendo nada.
Llevo no sé cuántas palabras escritas y no puedo empezar esta historia. Supongo que empieza con cualquiera de esas muchas miradas cruzadas. Sí… sabes de cuales te hablo, de esas tantas en que nos hemos encontrado tú y yo mirándonos a los ojos, en cualquier reunión festejando resultados, después de terminado el partido o antes de entrar al estadio. Nosotros conversando con todos de cualquier cosa; sientes una mirada sobre ti, volteas y me sorprendes viéndote. Para la próxima se cambian los papeles; yo volteo hacia ti y te veo mirándome… entonces asustados, nerviosos o qué sé yo, cualquiera de los dos cambiamos rápidamente la dirección de nuestros ojos haciendo más obvio lo anterior.
Trato de restarle importancia convenciéndome que cualquiera, mientras conversa con otro, pasea su vista por el entorno sin que por ello tenga especial interés en algo o alguien de ese entorno. ¿No es una reacción natural –me digo también- que uno, al sentirse observado, observe a su vez a quien lo está mirando? Con esos razonamientos siempre me obligo a no abrigar falsas esperanzas con respecto a esas miradas. Suficientes desengaños trae la vida por sí sola –suelo decirme- como para que uno por atolondrado, cargue a sus espaldas desilusiones que podrían ser mortales.
En eso estoy cuando se vuelven a repetir, así de la nada, esos encuentros fugaces de miradas y todo vuelve a empezar… Yo juntando en silencio fuerzas para ser capaz de sostener la próxima mirada de tus ojos. No me importa, o más bien intuyo que no puede importarme el color subido de tono que seguramente estará tomando mi rostro…
Con el corazón galopándome en la garganta te veo sostener mi mirada un largo instante (2 milésimas de segundo más que las otras veces) Te vi mirarme con fijeza y ese modo tan tuyo que desbarata mis intenciones, mientras yo me incineraba en tus ojos. Yo buscando en mi interior algún despojo de resignación o de valentía, tratando de detener el terremoto de mis tripas.
Por supuesto que a esta altura ya no quepo en mí de la ansiedad. No pasan ni 5 minutos y entonces vuelve a ocurrir, ahora eres tú la que me sorprende mirándote y yo que no puedo aguantarme más…
Fue cuando me miraste con una sonrisa (no como la que pusiste en la cancha de Cancún, sino más bien) rara y de labios apretados, me supe incapaz de sobrevivir al cataclismo de seguir viviendo callado y acabar perdiéndote tarde o temprano. Fue ahí, junto a un dolor súbito en el estómago, que tuve la certeza de que iba a decírtelo, de que las cosas habían dejado de importar.
Tomé tu mano, intuiste que iba a lanzarme por el camino sin retorno de las verdades contenidas y yo, turbado por la vergüenza, los nervios y la timidez pero inmune a la cobardía, te digo que TE AMO. Te lo digo sin atenuantes y sin molestarme en escoger las palabras adecuadas. Te lo digo casi con reclamo, casi como si tú tuvieses la culpa.
Bueno, -me digo- alguna culpa tendrías tú por este amor que a mí hace tanto me quema las entrañas.
Tú me miras como incrédula con tus ojos muy abiertos. Las mejillas se te encendieron y los dos empezamos a temblar, cada quien por sus razones. Yo sé que no tengo más salida que seguir hasta el final, y por eso hablo hasta quedar sin fuerzas, hasta que la voz se me estrangula por la emoción y el miedo.
Te digo que me enamoré de ti desde aquel Marzo, aunque no me di cuenta en ese instante. Te digo que mis ojos te adoran desde que estábamos a las afueras del Centro Comercial en Cd. Cooperativa. Te cuento sobre el calvario paciente de mis cartas, textos y mensajes de amor contrabandeados a mis insomnios, hasta la sorda convicción de que jamás sería capaz de hacerte llegar uno solo de ellos.
Te hablo de la tortura de estos años de pensamientos inútiles, con los que me había convencido de que mi silencio, me pondría a salvo de tu sorpresa y tu rechazo.
Viéndote frente a mí, incrédula, te digo también que te hagas cargo de este amor. Que cual sea que fuera tu respuesta, si es que la tenías, hicieras algo, que me dieras a entender que para bien o para mal tú también estabas ahora, aunque sea solo en ese instante sumergida en este amor. Que al fin y al cabo eras tú, a tu modo y sin quererlo, la única responsable del porque estábamos los dos ahí.
Entonces hago una pausa, como si las fuerzas descomunales que me habían conducido hasta ahí estuviesen a punto de abandonarme. Resoplo varias veces, y con lo último de mi empuje te pido disculpas. Te digo que hasta último momento tenía decidido callarme, que había decidido no hablar.
Pues seguro estaba que no… que jamás podría vencer mis propios miedos, ¿Para qué hacerte pasar un rato incómodo? Inmiscuirme de contrabando con todas las cosas con que tienes que lidiar, ¿pues quién carajos me creo?
Pero que al verte ahí entendí que no podría dejarte ir, no podría resignarme al tiempo sin arriesgarme a saber qué podría haber sido, y tarde o temprano perderte para siempre por callarme todo lo que siento. De pasar el resto de mi vida en la penuria de carecer de ti, ajeno a tus humores, a tus gestos, a tus gustos, ajeno a tus tareas cotidianas, a tus navidades y a tus vacaciones, ajeno a tus cambios de peinado y a tus compras de ropa, ajeno a tu mirada y a tus besos.
Sueños vs Miedos… Para colmo, muchas veces, en las infinitas noches malgastadas en idear el modo de decírtelo, habría tratado de imaginarme a mí mismo en el instante después de haberlo hecho. Casi nunca logro hacerme a la idea. Hablarte me parece algo tan difícil, tan improbable, que el minuto siguiente a haberlo conseguido se me hace de otro mundo, un instante para ser vivido en otro planeta.
Y aquí es donde termina el sueño… Una vez que constato que sigo con vida, que no he muerto de vergüenza ni de pánico ni de desesperación, logro convencerme, al menos por un tiempo, de que confrontarte de una vez por todas sería un modo seguro de obligarme a perderte y olvidarte.
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¿Sabes? Van 3 años y cada sábado por la noche, al volver a casa del estadio me arrancan el corazón. La sensación de tener un hueco frío en el pecho me dura hasta la jornada siguiente, cuando nos saludamos me lo colocas de nuevo en su sitio, cruzamos apenas dos o tres palabras antes de tomar cada quien su camino hacia la tribuna. Amar a una mujer siempre es lo mismo. He quedado en suspenso. Lo espero todo y ya no espero nada.
Tengo que limitarme a admirarte y a quererte, a costa de cualquier futuro. Mejor termino aquí. Ya llegará el tiempo de mi derrota o de mi alegría. Ya llegará la hora. Pero ahora no existe. Ahora es tiempo de que se escuché el grito de las tribunas en la Colonia Nochebuena. La Máquina volviendo a saltar a la cancha contigo ahí, alentándola como siempre, y como siempre yo muriéndome de amor por ti.
Se podría estar nervioso por las temporadas que se nos vienen en el equipo después de una final como la última. Yo no. Estoy demasiado Enamorado de Cruz Azul y de ti como para que me quepa cualquier otro sentimiento.
Te Quiero. SIEMPRE.
Más de lo que puedo escribir.
{+} ...Enamorados de CRUZ AZUL